CONOCE NUESTRAS DOCTRINAS Y VALORES
DOCTRINAS
La inspiración de las Escrituras
El único Dios verdadero
La Deidad del Señor Jesucristo
El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de Dios. La Biblia declara:
- Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31,35).
- Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22).
- Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38).
- Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 Corintios 5:21).
- Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 28:6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4).
- Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9, 11; 2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3).
La caída del hombre
El hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Sin embargo, el ser humano por su propia voluntad cayó en transgresión, incurriendo así no sólo la muerte física sino también la espiritual, que es la separación de Dios (Génesis 1:26,27; 2:17; 3:6; Romanos 5:12-19).
La salvación del hombre
La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios.
- Condiciones para la salvación. La salvación se recibe a través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según la esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47; Juan 3:3; Romanos 10:13–15; Efesios 2:8; Tito 2:11; 3:5–7).
- Evidencias de la salvación. La evidencia interna de la salvación es el testimonio directo del Espíritu (Romanos 8:16). La evidencia externa ante todos los hombres es una vida de justicia y verdadera santidad (Efesios 4:24; Tito 2:12).
Las ordenanzas de la Iglesia
Les llamamos al Bautismo y a la Santa Cena ordenanzas, porque son prácticas religiosas ordenadas o establecidas por Jesús mismo. Al cumplir esos deberes espirituales, les recuerda a los cristianos una obra importante que ya tuvo lugar en el corazón del creyente.
- El bautismo en agua. Las Escrituras establecen la ordenanza del bautismo en agua por inmersión. Todos los que se arrepienten y creen en Cristo como Salvador y Señor deben ser bautizados. De esta manera declaran ante el mundo que han muerto con Cristo y que han sido resucitados con El para andar en nueva vida (Mateo 28:19; Marcos 16:16; Hechos 10:47, 48; Romanos 6:4).
- La cena del Señor consiste en el pan y el fruto de la vid (jugo de uvas), y es un recordatorio del sufrimiento y la muerte de Cristo, el creyente expresa su conocimiento de que por medio de la salvación (1) ha sido hecho recto delante de Dios y (2) es participante de la naturaleza divina de la vida eterna por medio de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:4). La ordenanza también espera la segunda venida de Cristo (1 Corintios 11:26), pues es un recordatorio de proclamar la muerte del Señor “hasta que El venga”
El bautismo en el Espíritu Santo
Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12–17; 10:44–46; 11:14–16; 15:7–9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias como la de ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8), una reverencia más profunda para Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28), una consagración más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42) y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 16:20).
La evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo
El patrón bíblico del bautismo en el Espíritu Santo es una obra separada que ocurre después de la salvación. Siempre va inicialmente acompañada de la expresión audible de las lenguas. Aunque es cierto que el Espíritu Santo viene para morar en cada cristiano en el momento de la salvación para darle convicción de pecado y señalarle la persona de Cristo. (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4–10, 28), pero es diferente en propósito y uso.
La Santificación
La santificación es un acto de separación de todo lo malo, y de dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:12). La Biblia prescribe una vida de “santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Por el poder del Espíritu Santo podemos obedecer el mandato que dice: “Sed santos porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15, 16).
- La santificación se efectúa en el creyente cuando este reconoce su identidad con Cristo en su muerte y su resurrección, y por fe se propone vivir cada día en esta unión con Cristo, y somete todas sus facultades al dominio del Espíritu Santo (Romanos 6:1–11, 13; 8:1, 2, 13; Gálatas 2:20; Filipenses 2:12, 13; 1 Pedro 1:5).
La Iglesia y su Misión
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la morada de Dios por el Espíritu Santo, con el encargo divino de llevar a cabo su gran comisión. Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte integral de la asamblea general e iglesia de los primogénitos, que están inscritos en los cielos (Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23).
Siendo que el propósito de Dios en relación con el hombre es buscar y salvar lo que se había perdido, ser adorado por el ser humano y edificar un cuerpo de creyentes a la imagen de su Hijo, la principal razón de ser de las Asambleas de Dios como parte de la Iglesia es:
- Ser una agencia de Dios para la evangelización del mundo. (Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16).
- Ser un cuerpo corporativo en el que el hombre pueda adorar a Dios (1 Corintios 12:13).
- Ser un canal para el propósito de Dios de edificar a un cuerpo de santos siendo perfeccionados a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11–16; 1 Corintios 12:28; 14:12).
El Ministerio
La participación en el ministerio en respuesta a un llamado divino es un mandato bíblico. Así lo ha dispuesto nuestro Señor con el cuádruple propósito de dirigir a la iglesia en:
- La evangelización del mundo (Marcos 16:15-20)
- La adoración a Dios (Juan 4:23-24)
- La edificación del cuerpo de cristianos para que lleven una vida como la de Cristo (Efesios 4:11-16
- Atender las necesidades humanas con ministerios de amor y compasión (Gálatas 2:10, 6:10).
- Nuestro Señor ha provisto un ministerio divinamente llamado y ordenado con el triple propósito de dirigir a la iglesia en: (1) la evangelización del mundo (Marcos 16:15–20), (2) la adoración a Dios (Juan 4:23, 24) y (3) la edificación de un cuerpo de santos, para perfeccionarlos a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11, 16).
La Sanidad Divina
La sanidad divina es una parte integral del evangelio. La liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17; Santiago 5:14–16).
La Esperanza Bienaventurada
La resurrección de los que han muerto en Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16, 17; Romanos 8:23; Tito 2:13; 1 Corintios 15:51, 52).
El Reino Milenario de Cristo
La segunda venida de Cristo incluye el rapto de los santos, que es nuestra esperanza bienaventurada, seguido por el regreso visible de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años (Zacarías 14:5; Mateo 24:27–30; Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:1–6). Este reino milenario traerá la salvación de Israel como nación (Ezequiel 37:21, 22; Sofonías 3:19,20; Romanos 11:26,27) y el establecimiento de una paz universal (Isaías 11:6–9; Salmo 72:3–8; Miqueas 4:3, 4).
El Juicio Final
Habrá un juicio final en el que los pecadores muertos serán resucitados y juzgados según sus obras. Todo aquel cuyo nombre no se halle en el libro de la vida, será confinado a sufrir castigo eterno en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, junto con el diablo y sus ángeles, la bestia y el falso profeta (Mateo 25:46; Marcos 9:43–48; Apocalipsis 19:20; 20:11–15; 21:8).
Los Cielos Nuevos y La Tierra Nueva
En medio de nuestras luchas y dificultades diarias nos alienta la promesa de lo que Dios ha preparado para sus fieles seguidores. Jesús dijo a sus discípulos, e hizo la promesa a todas las generaciones de cristianos “Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo” (Juan 14:2-3)
Después del milenio (Periodo de 1000 años), todos los cristianos vivirán para siempre con Dios y tendrán acceso a un universo hermoso y restaurado. Esta doctrina es importante porque nos asegura una morada futura en un mundo mejor que el presente.
“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:22).
VALORES
Somos una iglesia cristiana, evangelica, pentecostal. Nuestras Doctrinas y Valores tiene origen en las Sagradas Escrituras. La Biblia nos dice que somos el pueblo de Dios, llamados a anunciar sus virtudes. Por consiguiente, consideramos que estos valores son parte de nuestra identidad y proposito: